Shalom, lectores. ¿Quién, de entre nosotros, no
tiene, ligado a sus años de infancia, el recuerdo de alguna fuente?. Dejando a
un lado las muchas que afortunadamente sobreviven, ¿Quién no ha creído perder
una parte de su niñez cuando el maldito progreso hacía desaparecer alguna de
ellas?. Ya fuera la del Campo del Trigo para muchos "chupines" o el
enorme pilón que había junto al actual Mercado de Abastos para otros tantos
"arrabaleños", cada una de esas fuentes perdidas se ha llevado
consigo una buena parte de nuestra memoria.
Fuentes,
todas y cada una de ellas, con su pequeña historia a cuestas. ¿Acaso alguno de
los veladores del "Moderno" oyó ajustar más tratos que el mencionado
pilón del Campo de las reses? ¿Cuantos requiebros y cuitas de amor entre las
jovencitas y los soldados de Antequera escucharía aquel desaparecido grifo de
la Rúa del Sol?. Los X, en copla de 1929, cantaban: "Cuando el
sol se va durmiendo/ por las lomas de poniente/ van con el cántaro al grifo/
las mozas muy sonrientes/ Y en el quicio de una puerta/ todos los días yo veo/
que los soldados se ponen/ verdes de tanto flirteo... Vamos al grifo/ que se
pone el sol/ vamos al grifo/ de la Rúa del Sol". ¡Aquellas "mozas
del cántaro" que fueron el remedio al tantos años deficiente
abastecimiento de aguas en nuestra ciudad!.
Pocas
fuentes, sin duda, habrán visto más juegos de niños u oído más gritos de madres
que la que existió en el Campo del Trigo y que antes ornase la entonces
Plazuela de Béjar, hasta su reforma en 1928, cuando se trasladó a dicha
plazuela la fuente monumental que antaño presidiera nuestra Plaza Mayor. Pocas
como ella han sido, sin embargo, objeto de tanta polémica (incluso después de
desaparecidas, como todos sabemos). Veamos dos recortes de La Voz de
Miróbriga para recordar las desventuras y sinsabores de tan desdichada
fuente, sinsabores procedentes no del vandalismo, como pudiera parecer, sino de
los descarnados epítetos que le dedicaba la prensa local. El primero es un
editorial de La Voz del 19 de Abril de 1953 (nº 41), "...¿y qué
decir de esa fuente antihigiénica, cascajosa y antiestética con que se ha
venido queriendo ornamentar la amplia plaza de Cristóbal de Castillejo?, ¿es
que no podría ser sustituida por otra, aunque sencilla de piedra (que no se parezca
a la de la Plaza del Conde), completando la ornamentación del antiguo Campo del
Trigo con algún jardincillo, siquiera fuese modesto?", la gama de
adjetivos, como puede verse, es de lo más completa, pero por si faltaba alguno,
veamos otro recorte; se trata de un comentario de la Sección "La vida
en la ciudad", del día 26 de Septiembre de 1954 (nº 117): "¿Se
han fijado en la magnífica plaza en que se ha convertido el antiguo Campo del
Trigo? Qué bonita es..., pero ¡Que abandonada! La fuente, de horroroso y
antiestético cemento, chorreando de verdes muscíneas y algas, más dan deseos de
sentirse dinamitero que de admirador de lo bello. Está pidiendo una renovación
total, más a tono con el ambiente de la plaza y del lirismo de su titular, el
eximio Cristóbal de Castillejo". ¿Es posible que tan denostada fuente
fuese la de la diosa Ceres?. A juzgar por los despiadados calificativos no lo
parecería, pero me temo que efectivamente, era la Fuente de Ceres... "Cosas veredes,
amigo Sancho".
La Fuente de Ceres en el Campo del Trigo (Fotografía F. Martínez) y en la Plazuela de Béjar (Dibujo Iván de Nogales) |
Por
último, y ya que hablamos de la estatua de Ceres, ¿Que ha sido del intento por
recuperarla?. Gran idea la del concejal de rehabilitarla en el parque de los
Tilos; loable intento el de algunos mirobrigenses por encontrar el
emplazamiento más correcto para la misma; pero, al cabo... ¿Qué fue de ella? ¿Leeremos
de nuevo sobre su tumba, a modo de epitafio: "Entre todos la mataron y
ella sola se murió"? (1)
Nada
más por hoy, feliz semana y por supuesto, Mazel Tov.
(1) El último párrafo fue modificado por Pepe
Casamar, ya que el mismo día en que le entregué el original para su publicación,
el Concejal encargado había hecho entrega a la Casa de la Cultura de la estatua
de la Diosa Ceres o Démeter, para exponerla allí, ante el temor de que si se
ponía en alguna fuente pudiera resultar dañada por algún acto vandálico.
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