Shalom, lectores. Siempre fue "La
Voz", como corresponde a todo semanario local, termómetro de opinión
pública y escenario de encendidas polémicas, productivas unas, estériles las más,
pero en cualquier caso, interesantes y atractivas todas ellas. Traemos hoy a
esta sección uno de esos debates, verdaderos duelos a múltiples bandas y en
letra impresa. La mecha que encendió la controversia que hoy nos ocupa fue un
editorial publicado en el nº 3 de La Voz, el día 27 de Julio de 1952.
Ante los avances de la automoción en los primeros años 50, que habían hecho del
automóvil y los autobuses objetos cotidianos, abandonando la condición que
hasta poco antes ostentaban, cercana casi a los fenómenos de feria, se planteó
la necesidad de habilitar nuevos accesos al recinto amurallado, de dimensiones
adecuadas para el tráfico rodado. El editorial citado decía: "No hace
mucho, visitó nuestra ciudad un autorizado arquitecto del Ministerio de
Educación Nacional, y ante el municipio expuso un proyecto de entrada al
recinto amurallado que se conoce con el nombre de entrada de la "Puerta
del Rey". Si este proyecto se lleva a cabo, la solución sería altamente
satisfactoria para toda la población. Pero si, por la magnitud de la obra,
fuere irrealizable, podría hacerse el estudio de lo que a continuación diremos.
A la izquierda de la Puerta de Amayuelas, por la parte externa de la ciudad,
queda un lienzo de muralla a nuestro juicio practicable, que tal vez viniera a
solucionar el problema a gusto de todos...". No
conozco más datos de este denominado proyecto de "La Puerta del Rey"
y, por tanto, no sé exactamente en qué consistía. Lo cierto es que dicha Puerta
del Rey existió antaño en nuestra ciudad, en el sitio que hoy conocemos como La
Brecha, siendo cegada por necesidades de defensa, como consecuencia de los
asedios de 1810 y 1812.
Por
informaciones sucesivas de La Voz, parece que este proyecto de la "Puerta
del Rey" fue desestimado y se comenzó a estudiar la posibilidad de
ensanchar alguna de las puertas ya existentes, posibilidad contra la que, con
razón, se levantó pronto la voz de este periódico. Así, en un editorial de 17
de Mayo del 53 (nº 45) y bajo el título Proyecto de atentado al
histórico recinto de nuestra ciudad, se decía: "Y son precisamente
víctimas elegidas, nada menos que dos de sus más antiguas e interesantes
puertas, las más visibles y de más frecuentado acceso a la ciudad: la de las
Amayuelas y la del Conde (...) Y son casualmente también cultos e ilustre hijos
de Ciudad Rodrigo los que con ánimo desalentado hacia otra solución más
acertada, aceptando la peor, dispónense a la hora presente a gestionar con
calor la concesión del primer piquetazo deformador al conjunto de
nuestro incomparable recinto amurallado (...) ¿Es que para proporcionar amplia
entrada a los coches de línea y autocares no existe otra solución que la
destrucción (que tal supone la deformación pretendida) de la singular Puerta de
Amayuelas?"
Ningún
suceso que se califique como tal, merece ser recordado si no levanta
divergencias, y uno de tal calibre como este, lógicamente, pronto contó con
defensores y detractores, cuyas voces, unas y otras, quedaron recogidas en
estas páginas. Entre los detractores, recogemos la opinión de una ilustre
colaboradora de este periódico en sus primeros años, Margarita Landi, que en un
artículo publicado el día 19 de Julio del 53, (nº 54), decía: "...se
lamenta Carpio de Azaba de que los años pasan sin que se llegue a abrir
otra puerta de acceso a la muralla. ¡Afortunadamente, y que Dios quiera que sea
así! (...) Y si cree que Ciudad Rodrigo sólo sería en ese caso interesante para
los turistas ¿Ignora que "eso"
ya es un buen negocio? (...) Ciudad Rodrigo no tiene, ni creo que llegue a
tenerlo nunca, un gran movimiento comercial incompatible con sus murallas
añosas y con su admirable ambiente medieval. (...) Ese comercio puede estar
perfectamente fuera de las murallas, si es que llega el momento preciso, sin
perjudicar en nada al del interior (...) Que los arrabales crezcan, se limpien
y se embellezcan, pero que la ciudad madre quede así, dormida en la Edad Media,
como un corazón bravo y noble encerrado en el santuario de su muralla
medieval".
Como
se ve, lo que en un principio fue una polémica sobre los accesos a la ciudad
derivó, pronto, en una discusión conexa sobre el carácter, monumental o
industrial de la propia ciudad o, al menos, sobre el más conveniente futuro de
la misma, el comercio o el turismo. Entre los defensores del comercio en la
ciudad y de la necesidad de protegerlo, recogemos la opinión de Manuel Martín
G-Apola, en un artículo del 2 de Agosto del 53, (nº 56): "...Hay que
dotar al comercio de la ciudad de los medios necesarios para defenderse de la
competencia que en día más o menos lejano se instalará en San Francisco, si el
Señor lo permite. Uno de estos medios es el fácil acceso. Tengo el
convencimiento de que no hay que tocar lo "monumental o artístico".
Con dar mayor ancho y alto a las bóvedas de Amayuelas y Sol, está todo concluido.
Y para esto tiene muchos medios la ingeniería actual. (...) Yo también estoy
enamorado de lo histórico, monumental y belleza arquitectónica de Ciudad
Rodrigo, pero de hombre de pluma, para lo que sentí ilusión, me quedé en
hombre de negocios. Y las consecuencias ya las está viendo."
Finalmente,
La Voz, en su nº 58 del 16 de Agosto de 1953, informaba de la solución
definitivamente adoptada por las "altas instancias": "El
proyecto en sí, nos llena y nos satisface en todas sus partes (...) porque además,
se da la coincidencia de que es la misma solución que daba nuestro semanario en
su número del 27 de Julio del 52. Consiste en abrir una bóveda a la izquierda
de la Puerta de Amayuelas, en la parte externa de la ciudad, en el lienzo de
muralla que se considera adecuado para la obra, Con esta reforma no se toca, en
nada, la entrada que en la actualidad existe y que para nosotros es la más
interesante del recinto amurallado".
Quedaba
así zanjada la polémica, al menos la relativa a como facilitar el acceso de
autobuses y automóviles al recinto amurallado. En cuanto a la discusión
paralela acerca del Ciudad Rodrigo turístico-Ciudad Rodrigo comercial, la
consideramos cerrada con un magnífico artículo de Alejo Hernández (nº 59, 23
de Agosto de 1953), del que, a riesgo de extendernos demasiado, no nos
resistimos a entresacar los siguientes párrafos: "Lo primero, a mi
juicio, es plantear bien el problema. No debe tratarse este asunto haciendo de
él un dilema: "O ciudad artística o ciudad industrial". Hay que
armonizar en vez de establecer disyuntivas. (...) El que exista una ciudad
poética llena de espirituales aromas del medievo, como un marco arquitectónico
para conservar nuestras leyendas tradicionales, no impide el que haya otra
ciudad artesana y laboral a su lado, donde el sanchopancesco aforismo de primum
vivere, deinde philosophare sea tenido en cuenta lo que sea menester. (...)
Cuando se detiene un camión cargado de hortalizas o chatarra bajo el arco
gótico en que puso toda su espiritualidad un maestro del siglo XIV, ni el arco
se encoge ni la mercancía se perfuma. La sabia naturaleza los separa bastante
para que coexistan indiferentes; no se oponen el arco con su belleza, la
mercancía con su utilidad y Dios deja que el hombre seleccione: este puede
entusiasmarse en la contemplación de las líneas armónicas, el otro puede gozar
el cálculo de los precios marginales de una posible reventa. Hay para todos los
gustos". Después, interpretando maravillosamente el popular
"Dentro de cien años, todos calvos", Alejo Hernández concluía: "El
día en que todo se pierda vamos a tener que dejar a la misma distancia lo
artístico y lo práctico, ni un canecillo labrado ni una letra con
buen aval nos hemos de llevar en el bolso de la mortaja...". Gran
interpretación la de Alejo Hernández de la teoría del centro entre los
extremos, postura la suya poco práctica si se quiere, pero indudablemente de
bellísima expresión.
Como
último recorte que entresacamos del archivo de La Voz, el día 22 de Agosto
de 1954 (nº 111) se publicaba la siguiente noticia: "En el Boletín
Oficial del Estado del pasado día 13, se publicó la aprobación del trazado de
acceso que se tenía proyectado para hacer una entrada amplia en la muralla
hacia el interior de nuestra ciudad por la Plaza de Amayuelas..."
¡Hecho consumado!. Ventajas, muchas;
inconvenientes, quizás los mismos. Probablemente, para los más castizos, la
mayor desventaja de la nueva Puerta fuera ver desaparecer una de las más
seguidas atracciones en el Ciudad Rodrigo de los años cuarenta: las increíbles
maniobras del Sr. Gudinho para introducir los autobuses de Alipio en la ciudad
por la Puerta del Conde. ¡Aquellos tiempos que no volverán!
Nada
más por hoy. Como siempre, buena suerte para la semana entrante. Mazel Tov.
Felicidades por el blog. Te seguiré con interés. El articulo no obstante no aclara una duda que tengo desde hace tiempo acerca de estas obras. Cuando empezaron exactamente? y cuando se inauguró el acceso?. Abrazos y enhorabuena.
ResponderEliminarEn eso no puedo ayudarte... Cuando tuve a mano los primeros años de "La Voz" recuerdo haber leído algo del inicio de las obras pero, lamentablemente, no tomé nota. ¡A ver si llega el día en que podamos disfrutar de la hemeroteca de "La Voz" en internet!
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