Allá por 1992 o 1993 (ni me acuerdo ni tengo los ejemplares
a mano), el Director de la “Voz de Miróbriga”, Pepe Casamar, me preguntó si podría hacer una colaboración
semanal con dicho periódico. Del estricto cumplimiento de la periodicidad que
me solicitaba (dada mi inveterada falta de constancia) no estaba seguro, pero
si que tenía ganas de hacerlo. Aprovechando que (por aquellas fechas) se
celebraban los 40 años del nacimiento de “La Voz” decidí centrar dicha
colaboración en preparar comentarios sobre las noticias aparecidas en ese medio
justo 40 años atrás, para lo cual Pepe Casamar, amablemente, me prestó sus
ejemplares encuadernados de los primeros años de existencia del semanario local
(lo cual, como podréis imaginar, supuso para mí un goce inenarrable).
La sección se llamó “Cuarenta años no es nada”, recordando
la letra del famoso tango y los artículos iban firmados por “Lumbroso”, nombre documentado de uno de los habitantes
de la Aljama judía de Ciudad Rodrigo a finales del siglo XV, poco antes de la
Expulsión... Es mi intención colgar en este blog los escasos artículos que pude
dar a luz. Unos serán absolutamente literales, otros los arreglaré con datos
nuevos y todos los enriqueceré con imágenes de las que, entonces, no disponía y
que hoy están a mi alcance y al de todos aquellos que quieran sumarse a ese
gran proyecto que es el Grupo de Facebook “Fan de Ciudad Rodrigo”. Éste que os reproduzco ahora es el primero de
los artículos de aquella serie...
"Judío
soy, o lo fui, no estoy seguro. De nombre Lumbroso, mercader, Procurador de la
Aljama y vecino de ese Ciudad Rodrigo amado, tan amado por mi que para
continuar entre sus muros hube de abjurar de la fe de mis mayores en un lejano
día, más de quinientos años ha. Desde ese día viví penando, temeroso, pidiendo
perdón a Yahveh por haberle abandonado y al Dios de los cristianos por alabarle
sólo en público, negándole en la intimidad de mi casa, en una judería sin
judíos, frente a una sinagoga que ya no lo era.
Y
esos temores no me abandonaron hasta el día de mi muerte, cuando comprobé que
el Yahveh que negué y el Dios que me forzaron a aceptar no eran dos, sino uno
(comprobando así, de paso, que los actos e ideas de los hombres distan mucho de
las intenciones divinas). Ese día se alivió mi carga y recuperé el nombre que
hoy leéis en este artículo, Lumbroso, abandonando el de Ferrand Jiménez de
Talavera al que me llevó mi condición de converso y que siempre pesó como una
losa sobre mi alma.
Una
vez hecha esta presentación personal (que espero no interpretéis como signo de
vanidad, sino como alivio de un espíritu torturado), pasaremos a exponer lo que
el pobre Lumbroso pretende en este rincón, que llevará por nombre
"Cuarenta años no es nada...", como en el viejo tango, y que, lejos
de interpretaciones políticas, alude simplemente a los ya cuarenta y dos años
que contemplan al periódico que tienes en tus manos. Así pues, comencemos con
un Shalom de bienvenida.
Iniciamos
con este artículo una nueva sección de La Voz de Miróbriga, dedicada a recordar
determinados retazos de la vida en el Ciudad Rodrigo de otros años, retazos que
quedaron plasmados en las páginas de este periódico. Intentaremos ver esos
recuerdos (no tan lejanos y aun frescos, estamos seguros, en la memoria de
muchos mirobrigenses), con ojos atemporales, pues aplicar la mentalidad de hoy
a hechos pasados es, además de peligroso, irrespetuoso. Peligroso porque esos
hechos se deformarían si no se aprecian en su estricto contexto e irrespetuoso
porque siempre conviene considerar la conducta humana a la luz de las llamadas
"normas de buena conducta", dictadas por unos parámetros sociales
siempre cambiantes y que, hoy en día, distan mucho de los imperantes hace
cuarenta años. Ello no impedirá que, en
algunas ocasiones, pongamos en relación estos "recuerdos" con sucesos
anteriores o posteriores ocurridos en Ciudad Rodrigo, nunca con ánimo crítico o
comparativo (que casi todas las comparaciones son odiosas, y aun ociosas), sino
con ánimo de dotar de amenidad a una sección que, de otro modo, quedaría
constreñida a una aburrida transcripción de la hemeroteca de "La Voz",
tan poco atractiva para el lector como para este pobre Lumbroso que la firma (y
que pide a Dios que le de esa perseverancia que nunca le sobró, para conseguir
que sea de verdad una sección semanal y no esporádica).
Lejos
de nosotros, por supuesto, la idea de formular juicios de valor sobre cosas que
no los admitan, y lejos también la intención de dar o quitar razones, porque ni
somos quienes para ello ni creemos que exista una sola razón universal e inmutable.
Que cada cual cargue con sus actos y con sus culpas (puesto que son suyas), no
es tarea nuestra aumentar su carga ni tampoco aliviarle de ella.
Después
de esta declaración de principios, más extensa y también más retórica de lo
conveniente, poco espacio resta para comentar noticia alguna de nuestra
historia inmediata (que eso es, ni más ni menos, lo que reflejan las páginas de
este periódico). Únicamente nos gustaría trascribir un pequeño párrafo del nº 1
de la Voz de Miróbriga, del día 13 de Julio de 1952, párrafo que relaciona las
personas que colaboraron, en aquellos inicios, en el nacimiento de "La
Voz": "Huyendo de las sombras
y porque siempre es grato y hasta conveniente saber a quien leemos. LA VOZ DE
MIROBRIGA, en su primer número, quiere dar a conocer su cuerpo de Redacción e
ilustres colaboradores que, amantes de Ciudad Rodrigo, a ella han de dedicar,
sino asiduamente, tal que otra vez sus fáciles y donosas plumas.Integran la
primera los M. Is. D. Ramón Morales y D. José María Blanco y los Srs. D. José
Manuel Hidalgo, D. Angel Hernández, D. Jesús Huertas, D. Luis V. Rubio, D.
Ignacio Domínguez, D. Manuel Martín Orive, D. Abrahám Cid y como redactor
gráfico D. Angel Prieto. Su dirección está a cargo de D. Horacio García
Lorenzo. (...) Completan esta colaboración figuras tan destacadas como D.
Manuel Sánchez Arjona, D. Alejo Hernández, D.
Eloy Montero, D. José Polo Benito, D. Pedro Salvador Vicente, D. Jesús
Sánchez Terán, D. Silvestre Durán y el muy ilustre arqueólogo D. Máximo
Martín".
Como
ante esa pléyade de escritores no cabe más comentario que la admiración que
despierta ver reunido tal número de "fáciles y donosas plumas",
despediremos por hoy esta sección, no sin antes desearles a ustedes y a la
sección misma buena suerte, Mazel Tov."
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