domingo, 10 de enero de 2016

CUARENTA AÑOS NO ES NADA... La moralidad en el Águeda.

Shalom, amigos. Decíamos nuestra primera semana en estas páginas que siempre conviene considerar la conducta humana a la luz de unas "normas de buena conducta", dictadas en base a parámetros sociales siempre cambiantes. Y, ciertamente, pocos de esos parámetros tan cambiantes como los criterios morales. ¡Los  moralistas!, esas personas que, compartiendo cartel con los médicos, se empeñan en prohibirnos los más atrayentes placeres, ya sea en "beneficio" del alma o del cuerpo.

            Pretendemos hoy, sin ánimo crítico ni comparativo alguno, realizar, en base al archivo de "La Voz", un breve apunte de la moralidad imperante en la España, y más concretamente, en el Ciudad Rodrigo de los años 50.  

            Siendo éste un tema tan amplio (además de escabroso), vamos a intentar centrarlo en un aspecto tan nuestro, y, en principio, tan poco relacionado con la moralidad, como el río Águeda. Si piensan que nada tienen que ver ambos temas, nada mejor para comenzar a iluminarles el camino que un artículo firmado por "Malva", en el número 5 de este periódico, el día 10 de Agosto de 1952: "...A más de una hemos podido observar que, al dirigirse al baño, trocaba su natural andar de vestida por los pasos afectados y vergonzosos del que camina a sabiendas de que comete un desaguisado exhibitorio, de tan escasa tela como amplios comentarios (...) ¿Por qué al bañarnos en la piscina, en la playa o en las márgenes del Águeda, quebrantáis tan crudamente la más bella regla de la estética y la ilusión? (...) Porque ¿Qué decir de la muchachita o señora que, limpia su alma con su conciencia desde bien temprano, antes del mediodía vuelve a ensuciarla, exhibiendo, a veces ante sus propios hijos, su ridícula desnudez que ha querido hacer que cubran apenas algunos discos unidos por levísimos tirantes?".

            "Malva", echando sobre nuestras espaldas la pesada carga de ser "reserva espiritual de Occidente", concluía: "(...) Si ha de ser nuestra patria, con el país hermano, cáliz donde han de conservarse fragantes las esencias de la Cristiandad, si así lo han afirmado, en más de una ocasión, beatíficas y paternales palabras, no hagamos traición a tan supremo y alagador destino por cosa tan fútil y ligera, demasiado ligera, como un traje de baño".

Vista de la alameda de La Moretona desde una ventana del Parador de Turismo. Zona acotada de baños para mujeres y niños en los años 50.
            Como ven, poco que ver con los criterios morales de estos años 90 que nos ha tocado vivir. ¡Cuántos echarán de menos esos "discos unidos por levísimos tirantes"!, ¡Aquellos 50!. Claro que el paso de los años no siempre implica un ¿avance? en las pautas de conducta moral. Valga como ejemplo el ejercicio de la llamada "profesión más antigua del mundo", prohibida y castigada en los 50 y, en cambio, perfectamente reglamentada en el siglo XV, como vemos por la siguiente Ordenanza que regulaba el ejercicio de la prostitución en Ciudad Rodrigo, allá por 1441, "...que ninguna mundaría non esté en la çibdad para facer mançebía, salvo que se vaya a la puente;  en otra manera se le darán 60 açotes. E que ninguna non tenga rufián, so pena de 60 açotes, ansy al rufián conmo a ella."

            Volviendo al río, en el que estábamos, entresacamos de "La Voz", la respuesta del "Consultorio del Profesor Omnius" a un atribulado católico, en el número 59, el 23 de Agosto de 1953: "...no es malo bañarse en el río si la intención es buena (...) Hoy día ya es costumbre no asustarse de ver a las chicas en traje de baño, mas se debe procurar no hacer mucho alarde de ello, sobre todo cuando se encuentran cerca determinadas personas susceptibles al escándalo ...Pero en fin, si usted tiene esas dudas y esos escrúpulos, lo mejor que debe hacer es consultar con su confesor o no bañarse en el río" .      

            Decía un famoso torero que hay cosas que no pueden ser y, además, son imposibles; sin embargo, parecería, leyendo los anteriores artículos, que el río Águeda se había convertido en los 50, en un "foco endémico de promiscuidad", opinión que ayudaría a confirmar la decisión del Ayuntamiento de delimitar zonas exclusivas de baño para mujeres y niños, en la Moretona, aunque por lo visto siempre hubo furtivos cazando en estos cotos, como demuestran los siguientes recortes de "La Voz":

            El primero es un artículo de Amadís de Miróbriga, en el núm. 105, correspondiente al 11 de Julio de 1954: "El río va recibiendo en sus límpidas aguas bañistas de ambos sexos, que buscan alivio a las exudaciones y calores de la jornada. Y nos gustaría que se observasen con mayor rigurosidad las zonas demarcadas para las mujeres, que, al parecer, van saltándose a "la torera" la disposición legal que lo regula más de uno".

Antonio Custodio Paz, "Amadís de Miróbriga"
            El otro ejemplo es una nota firmada por B.V.B., en el núm. 108, del 11 de julio de 1954: "...ya se está dando el bochornoso caso de mozuelos bañándose en la zona de mujeres y niños (Moretona) "sin traje de baño alguno" y sin ningún respeto hacia ellas".  

            En fin, que parece que nuestras Autoridades nunca vieron con buenos ojos el uso (o abuso) de las riberas del Águeda como lugar de "esparcimiento", y en un extraño afán de poner puertas al campo, siempre intentaron evitarlo, ya fuera intencionadamente, acotando zonas de baño separadas, o ya, como efecto colateral de alguna medida tan simple como la tala de las Alamedas a la que aludían Los X, en copla de 1932: "Desde la famosa tala/ que la Alameda sufrió/ no se puede en aquel sitio/ tener pláticas de amor/ Como cortaron las ramas/ ya no hay sombra ni verdor/ los pájaros se marcharon/ ¡y el follaje se acabó!".

            Para terminar, una advertencia: Que nadie vea en este artículo toma de posición alguna, ni a favor ni en contra de nada. Después de cinco siglos, el espíritu de este pobre Lumbroso ha visto demasiado como para seguir creyendo en buenos y malos (y mi fe en los Regulares terminó cuando perdimos las últimas colonias).


            Nada más. Feliz semana. Mazel Tov

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