Hasta ahora he ido publicando los distintos artículos de "Cuarenta años no es nada..." en el mismo orden en el que aparecieron en su día en "la Voz de Miróbriga". Hoy, para adaptarme al "calendario festivo" me salto unos cuantos (que ya subiré) y me voy directamente a San Sebastián... Éste es el artículo:
Shalom, lectores. Hace ya muchos años, quiso el
ingenio de este bendito pueblo (sin duda, bajo alguna forma de inspiración
divina) dedicar sus más fervientes alabanzas, dentro del amplio Santoral
católico, a los Santos Sebastián, Blas y Antón. La elección, desde un punto de
vista estético, no pudo ser más lógica; siempre sonarán mejor en una plegaria
los nombres mencionados que los de otros santos que transitan por esas mismas
fechas, como, por ejemplo, Gumersindo, Ansgario, Cirilo o Metodio, por no
hablar del muy circunspecto San Severo.
Al
mismo tiempo, la más antigua manifestación del feminismo radical, en particular
golpe de estado contra el machismo imperante, reservó para el gobierno de las
mujeres el día de Santa Agueda. Todo ello convirtió este inicio del año en
fechas en las que, exagerando, podría decirse que el día que no es fiesta, es
víspera. Tiempo de vino y rosas en el que el espíritu mirobrigense, en
filosófico panta rei, fluye inexorablemente hacia la apoteosis de Don
Carnal (olvidemos, por ahora, que Doña Cuaresma volverá a imponer su ley). Con
el alma aún rebosante de alegría navideña, un redoble de tambores nos indicará
que es hora de subir al Santo. Poco más tarde, la hoguera de San Antón será
preludio de otra hoguera, la de la víspera de San Sebastián, cuyo calor
habremos de guardar para, al día siguiente, acompañar al Glorioso Patrono de
nuevo a su tranquilo reposo, entre los muros de San Cristóbal. Y si, en los
días posteriores, se enfría en algo nuestro ánimo, diremos, como Rick en Casablanca,
"Siempre nos quedará la hoguera de San Blas"; París, en este caso,
nos espera en La Caridad.
De
entre las festividades que acabamos de mencionar, sin duda la más esperada por
los mirobrigenses, y también la más sentida, es la de San Sebastián. A juzgar
por este artículo del “Eco del Águeda”. de 1927 parece que, por aquellos años,
la fiesta estaba llena de fuerza: “La
tradición se sostiene vigorosamente a través de los años. Y, cada vez con más
fervor, los mirobrigenses acuden a escoltar, en su tránsito por las calles, al
príncipe honorario de la milicia, al Santo Mártir. Los tambores que Mederos y
Marcule heredaran de Desiderio preceden, con su interminable redoblar, a la
procesión... Suena el reloj suelto...”. Sin embargo, en los años 50 la
fiesta parece que decayó notablemente...
Me gustaría transcribir determinados párrafos de un artículo publicado en
el nº 28 de La Voz, del día 18 de Enero de 1953. El autor
fue Horacio García Lorenzo, director de este periódico en aquellas
fechas: "Nos referimos, concretamente, nada menos que a la fiesta del
Glorioso Patrono de nuestra ciudad. Apena observar que aquella devoción que los
llorados le dedicaran con tan cálido fervor vaya decayendo lastimosamente hasta
convertir la subida y bajada del Santo en un acto de puro formulismo glacial,
que a este ritmo dará al traste con nuestra tradición en este aspecto tan
importante y de tan rancio abolengo (...) No, esto no debe continuar por tan
peligroso camino; es preciso que la brillantez de la fiesta no quede sólo a cargo
de los celosos mayordomos, es necesario ayudarles (...) alguna fiesta profana
acompañada de otra cultural y el interés de todos los mirobrigenses por honrar
a su Patrono con brillantez, serían los puntales del sostenimiento de la
fiesta, que a este paso amenaza derrumbarse, llevándose consigo el trozo más
arraigado de nuestra tradición".
San Sebastián 1951... Los Cardoso portando los redoblantes que años antes "...Mederos y Marcule heredaran de Desiderio..." |
Los
malos augurios que contenía este artículo no se cumplieron, y, al fin, las
negras y amenazantes nubes pasaron de largo, llevadas por buenos vientos. No
obstante, vano sería enorgullecerse de los aciertos de hoy si no tomásemos como
lección los errores de ayer. Todas las tradiciones que rodean a la festividad
de San Sebastián son parte de nuestras raíces y, como tales, han de ser
cuidadas con mimo. El sencillo redoble de unos tambores; el sereno y solemne
caminar (pausado y pautado) de la Banda de Música; el orgulloso pendón de la
Cofradía señalando, señorial, el domicilio de los mayordomos; el tránsito de la
imagen de los laicos hombros edilicios a las venerables espaldas de los
Canónigos; los chochos y el vino al calor de una hoguera que, cuando sea apenas
rescoldo, será mil veces saltada; el sonar del Reloj Suelto al paso por la
Plaza Mayor, preludio de otros cercanos y festivos sones (a algún amigo se le
salta el corazón del pecho a cada golpe de badajo); el vistoso uniforme de los
Maceros; los abrigos nuevos de los concejales; el suave ondular de las pañosas;
el acompañamiento del Obispo al Palacio Episcopal, de la Corporación al
Ayuntamiento, de los mayordomos a su casa, cada mochuelo a su olivo, dicho sea
lejos de toda irreverencia; la emotiva ofrenda a los defensores de la Ciudad...
e incluso otras tradiciones de carácter más privado, como las comidas de la
Peña Gutemberg y sus prolongadas ( en realidad casi interminables, mas, por
desgracia, finitas) sobremesas. Remedando
(y casi remendando) la frase cervantina sobre Salamanca, podría decirse:
"Peña Gutemberg, que enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que
de la apacibilidad de su vivienda han gustado".
Todas
estas pequeñas cosas son las que convierten a Ciudad Rodrigo en lo que es. Sin
ellas, subsistiría, pero...¿Viviría?. Por hoy nada más. Feliz semana y Mazel
Tov.
Extraordinario. No conocía tu blog, a partir de ahora mismo ya tienes una fiel admiradora de todo cuanto escribas. Muchas gracias por compartirlo en el grupo "Amigos de Ciudad Rodrigo, Comarca y Provincia" Un saludo
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